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  • Texto original de Laura M. Otón - Fundación COF

El sexo ha destrozado mi vida


“El sexo ha destrozado mi vida”, esta es una de las frases que pudimos escuchar de boca de dos hombres que no importa como se llaman, ni de donde son. Si el total anonimato te dificulta creer en su historia, te diré que son españoles los dos y han cumplido los cincuenta, y los hemos tenido frente a frente, sin filtros sin distorsiones de voz. Esta frase fuera de contexto provocará la burla en muchos o estupor en otros porque hemos normalizado el mensaje sexual y genital en nuestra sociedad. Sin embargo, hiere como una flecha cuando se pronuncia sin pestañear, sin titubeos, de forma directa intentando sanar de tanto repetirla, pero sin dejar de transmitir mucho dolor. Quizás hubiera pensado lo mismo que tú si no hubiera escuchado su testimonio con tal apertura de emociones que desgarra. No, el sexo no es malo. Ellos vinieron a contarnos su adición al sexo. Se llama sexolismo o hipersexualidad y es considerada por la Organización Mundial de la Salud como una enfermedad.

 

A sus cincuenta años, lleva recibiendo ayuda algo menos de dos años. Lleva la cuenta como una condena: un año seis meses y cinco días. Desde los doce años nos cuenta que el sexo es una válvula de escape para una vida que no entiende, que no le gusta y en la que no siente el cariño de sus padres. La masturbación normalizada en el colegio con sus compañeros, el sexo rápido adolescente para eludir sus problemas donde y como sea, le deja crecer por fuera hasta convertirse en un hombre que a los veintiséis años decide casarse con su novia. Explica que pensó que allí acabaría todo. Pero no. Su vida era perfecta de cara a la galería, era un profesional de éxito, con amigos, esposa, dos hijos. Llevaba el control de una vida ejemplar. La cara A, la que todo el mundo ve. La cara B, la que él se guardaba de ocultar con mentiras, le hacía engañar a todo el mundo. Consumir sexo impulsivamente le lleva a la masturbación diaria, consumiendo porno, en un avión, el trabajo al ver pasar a una compañera, en el garaje de su casa mientras sus hijos duermen en el primer piso, comprando sexo, vendiéndose, intercambio de parejas, con hombres, con mujeres, todo vale, incluso ¿qué más da que sea un menor?. “Lo hice bien, no fallé nunca, no me descubrieron”. Su mujer nunca sospechó nada a pesar de las enfermedades venéreas que la contagió. “Lo que menos me preocupaba era contagiarme de SIDA. Sabía que acabaría debajo de un puente cualquier día con un navajazo en una noche fría, pero no había salida”. Sin embargo, algo cambió. Una peregrinación a Fátima, una serie de circunstancias le llevaron a conocer Sexólicos Anónimos. Hoy, lo que ocultó tantos años encuentra vía de escape, acompañamiento y un interés por recuperar a su esposa e hijos. Está en el camino.

No ha corrido la misma suerte quien le acompaña. Él lo ha perdido todo. Del éxito profesional y personal de su familia numerosa, a nada. En su caso su mujer le dejó, sus hijos le rechazaron tras conocer su historia. Trató de quitarse la vida en dos ocasiones. Pero la fuerza por recuperarse como ser humano ha sido mayor, está recuperado y ayudando a muchos que como él están a punto de perder su vida.

La adicción al sexo no conviene banalizarla después de escuchar estos testimonios. Algunos psicólogos les proponen la aceptación, la normalización de sus conductas. Pero quien sufre esta patología no se acepta, sigue teniendo sentimientos de culpabilidad, odio hacia ellos mismos, remordimiento, vacío interior y dolor. “Nos encerrábamos cada vez más dentro de nosotros mismos, alejados de la realidad, del amor, perdidos en nuestro interior”. Enfermos.

Sexólicos anónimos lleva en España ayudando a hombres y mujeres con historias parecidas desde hace 25 años. Se fundó en Estados Unidos hace cuarenta, siguiendo los doce pasos de alcohólicos anónimos. Su programa de recuperación pasa también por doce pasos. No tiene ninguna confesión, garantizan el anonimato y la fuerza del grupo les sostiene, les ayuda a recuperar su libertad eso sí, si ellos quieren hacerlo. Mientras muchos piensan que el sexo les hace libres, estos hombres y mujeres insisten que han necesitado liberarse de él para vivir en libertad verdadera.

Cuentan que han podido enmendar sus errores, realizando actos de amor para mejorar sus relaciones con los demás. “Vivir la sobriedad te recuperará, te llevará al amor. La clave está vivir la sexualidad en el amor”. La sociedad no ayuda, todo lo que nos rodea normaliza e incita a una sexualidad poco sana.

Proponen un examen personal con veinte preguntas para saber si estás en ese punto de necesitar ayuda: ¿Se te ha ocurrido alguna vez que necesitas ayuda para modificar tu comportamiento o pensamientos sexuales?, ¿qué te iría mucho mejor si no te dejaras llevar por tus impulsos sexuales?, ¿qué el sexo o lo estímulos exteriores te controlan?, ¿utilizas el sexo para huir de la realidad, aliviar la ansiedad o porque no sabes resolver los problemas que la vida te plantea?, ¿tienes sentimientos de culpa, remordimientos o depresiones después?, ¿se ha vuelto más compulsiva ti búsqueda de sexo?, ¿perjudica a las relaciones con tu cónyuge?...

“Muchos de nosotros nos considerábamos inferiores, despreciables y nos sentíamos asustados y solos”, explican “nos dimos cuentan que nuestro problema tenía tres dimensiones: la física, la emocional y la espiritual y que por tanto, la curación tenía que producirse en las tres”.

En los Centros de Orientación Familiar (COF) llegan familias rotas con la necesidad de reconstruirse y un camino es pedir ayuda, porque son muchos los que han pasado por lo mismo y de forma altruista te ayudan a superarlo.

Más información: www.sexolicosanonimos.org

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